Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


100343
Legislatura: 1893
Sesión: 31 de Mayo de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 135, 2583-2584
Tema: Relaciones comerciales entre las islas de Cuba y Puerto Rico y los Reinos de Suecia y Noruega

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Romero Girón): La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Su señoría no me hace justicia al decir que a mí no me va a convencer nunca, y que yo no he de reconocer nunca que S. S. tiene razón: no me hace justicia en esto S. S., porque cuando S. S. la tenga, se la daré. Lo que hay es, que S. S. me tiene muy acostumbrado a no tener razón jamás, y por eso, cuando alguna vez la tiene, me cuesta trabajo el creerlo; pero al fin y al cabo se la doy. (El Sr. Duque de Tetuán: Por eso no tengo esperanzas de que S. S. me la dé. Risas.)

Ahora quiere hacer S. S. un argumento que le ocurría ayer, diciendo que yo manifesté que no había in- [2583] conveniente en discutir ese proyecto. A mí me chocó que esos dictámenes que vinieron del Congreso no se discutieran aquí; y sobre todo anteayer, porque me dolía que el Senado español, a las tres y media dijera que no tenía nada que discutir; porque yo leo siempre la orden del día, y vi que había dos dictámenes que tenían la circunstancia, como he dicho, de haber venido al Congreso, y según la ley de relaciones entre ambas Cámaras, todo proyecto que procede de la otra Cámara debe discutirse aquí.

Por esto digo que me chocaba que tratándose de dictámenes que por Reglamento y por las relaciones entre una y otra Cámara deben discutirse y aprobarse, pasaran aquí sin discusión, y que la Cámara, a las tres y media de la tarde, dijera que no tenía nada que hacer, habiendo dos dictámenes sobre la mesa; y en ese concepto pregunté yo a los Sres. Ministros de Estado y Ultramar: ?¿Qué razón hay para que no se discuta este proyecto? ¿Hay alguna? Porque yo no la veo.? Y me dijeron: ?No hay ninguna.? Y en este sentido, cuando ayer me preguntó, contesté: Por mi parte no hay ninguno. (El Sr. Duque de Tetuán: Esa es mi queja.) Pero yo ¿qué tenía que decirle a S. S., si no sabía lo que había pasado en Agosto del año anterior? (El Sr. Duque de Tetuán: El señor Ministro de Estado tenía que saberlo.) Pues bien; si esto pasó ayer con dictámenes que estaban sobre la mesa, y que podían discutirse cuándo y cómo lo dispusiera el Sr. Presidente, yo  no soy el que faltó, ni mucho menos el Sr. Ministro de Estado, que no estaba aquí, porque se hallaba ocupado en la otra Cámara? (El Sr. Marqués del Paso de la Merced: En todo les pasa igual a los Sres. Ministros, que no se entienden en nada.) Por entenderse en todo es por lo que se han entendido hasta en esto. No nos hagan SS. SS. purgar faltas que, después de todo, aunque involuntarias, son de SS. SS.

Que no estaba aquí el Sr. Duque de Tetuán. Pues ¿no se hallaban presentes sus compañeros? Sin embargo, nadie dijo nada. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: El Sr. Duque de Tetuán fiaba en la buena fe de que se le avisaría cuando se discutiese.) Pues a esa buena fe se ha entregado el Gobierno; pero cuando se leyó el dictamen, ¿no estaban ahí SS. SS.? (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Yo no lo sabía.) Pues entonces, ¿cómo se extraña de que yo no lo supiera tampoco? (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Es que yo no estaba aquí; pero lo que sí sabía es que el Sr. Ministro de Estado y la Mesa habían dicho que no se iba a poner al debate, y si después se ha variado de opinión, debieron advertirlo.) Resulta que el Sr. Ministro de Estado y la Mesa habían dicho que no se iba a poner al debate, y si después se ha variado de opinión, debieron advertirlo.) Resulta que el Sr. Ministro de Estado no tenía inconveniente en que se discutiera el dictamen; pero, ¿cuándo se iba a poner a discusión? Pues no lo sabía, porque tampoco tenía necesidad de decírselo el Sr. Presidente, que lo ha puesto a discusión, y se acabó; estaba en su derecho; y si ha dicho el Sr. Presidente que no avisó a S. S. porque fue un olvido, con eso basta; y si no avisó al Gobierno ni a S. S., fue por un olvido, esto no tiene importancia alguna. ¿Por qué ha de pretender S. S. dar importancia a un olvido del Sr. Presidente, que ha confesado con lealtad y franqueza? Desde el momento en que ha hecho esa confesión, y ano había nada que hablar, ni buscar responsabilidades para nadie. Lo demás es querer provocar discusiones completamente innecesarias y estériles, que no han de dar resultado. Su señoría ha recibido todas las satisfacciones que podía esperar, y ya no se necesita más. Ahora, ¿es que quiere S. S. garantías? (El señor Duque de Tetuán: ¡Pero si yo no he pedido nada!) Pues le daremos a S. S. todas las que quiera. Por consiguiente, no hay que dar importancia al asunto.  



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL